El 3 de octubre de 1937. un capítulo sangriento en la historia de Valles

El 3 de octubre de 1937 Ciudad Valles se vio sacudida por un trágico acontecimiento que marcaría a la comunidad para siempre. En un contexto de agitación política, el Diputado Federal Lic. Francisco Arellano Belloc, el Magistrado Juan B. Torres y el profesor Aurelio Manrique, quien recientemente fundó el Partido Renovador Potosino, arribaron a la ciudad con el propósito de organizar un congreso agrario. Este intento de movilización buscaba desafiar el cacicazgo del General Saturnino Cedillo, figura dominante y temida en la política potosina.

El ambiente estaba cargado de tensión. A la par del congreso, se llevaba a cabo un mítin electoral orquestado por el Frente Único de Trabajadores de Caminos, alineado con la Confederación de Trabajadores de México (CTM). El quiosco de la plaza principal, aún hecho de madera y lámina, se convirtió en el escenario de la discordia. En un principio, el acto fue una plataforma para exponer las inquietudes de la ciudadanía; sin embargo, pronto degeneró en un acalorado rechazo hacia el régimen de Cedillo.

Los oradores dirigieron sus críticas especialmente al recién nombrado presidente municipal, Tomás Oliva, quien había sido colocado en el cargo apenas dos meses antes tras el asesinato de su predecesor. En la retórica ardiente del mítin, las palabras se transformaron en armas verbales. La indignación de los presentes vibraba en el aire.

Sin embargo, la confrontación no se limitó a la palabra. Oliva hizo su entrada acompañado de hombres leales a Cedillo, entre ellos Marcelino Zúñiga, presidente estatal del Partido Renovador Nacional (PRN), así como otros políticos afines. Lo que comenzó como un intercambio verbal se tornó caótico; las tensiones acumuladas estallaron en un torrente de insultos que rápidamente desembocó en un tiroteo inesperado. En un instante, el quiosco, que había sido testigo de esperanzas y aspiraciones, se transformó en un escenario de horror.

El sonido de las balas resonó en la plaza, dejando a su paso no solo el eco de la violencia, sino también cuerpos inertes. Cuatro vidas fueron oficialmente contabilizadas como perdidas, pero crónicas posteriores sugirieron que el número ascendería a catorce o más. Entre los caídos estaba el magistrado Juan B. Torres, una figura emblemática que pagó con su vida su lucha contra el autoritarismo.

El caos fue tal que el ejército federal tuvo que intervenir, arrestando a varios de los participantes, incluidos nombres prominentes como Luis M. Lárraga y Marcelino Zúñiga. Las autoridades locales, en un intento por desmarcarse del escándalo, alegaron que el incidente había sido instigado por Arellano Belloc, acusándolo de querer socavar la administración del Gobernador Mateo Hernández Netro y forzar su destitución.

Días después, el Congreso de la Unión se hizo eco del suceso y el 6 de octubre designó a una comisión para investigar lo ocurrido. Sin embargo, el velo de la impunidad cubrió los hechos. Nunca se identificó a los responsables del tiroteo ni se juzgó a aquellos que sembraron el terror en medio de un acto político.

Para recordar aquella jornada fatídica, se bautizó una calle en la ciudad con la fecha del trágico evento. No obstante, con el tiempo, este recordatorio fue borrado y la calle pasó a llamarse Vicente C. Salazar, como si la sociedad misma quisiera olvidar las cicatrices de un pasado doloroso.

Así, el 3 de octubre de 1937 se convirtió en un símbolo de resistencia y de luto, un recordatorio de que la búsqueda de justicia y democracia puede ser ensombrecida por la brutalidad.

La memoria de aquellos que lucharon por un cambio perdura, pero el eco de las balas resuena aún en la historia de Ciudad Valles, un eco que jamás debería ser olvidado.

Fuente: Prof. Crescencio Martínez Candelario
Cronista Municipal

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